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Ganó Donald... ¿chan?


Ayer Donald Trump se consagró presidente de los Estados Unidos y el mundo contuvo la respiración. Y para ser sinceros, el peligro no lo corre “el mundo”; el peligro, de imperar la coherencia discursiva, lo asimilará el gran país del norte.

De haber ganado Hillary, una gran guerra era muy probable. Los neocon, que conforman la base ideológica que hoy subscriben los lineamientos de Hillary, tendrían la enorme oportunidad de reestablecer un status quo perdido. En verdad, sería recomponer un error gigantesco llamado secretariado de estado de la Sra. Clinton. Para hacer una analogía bien nerd, Hillary se encontró en la posición de Natasha Romanoff, la viuda negra de la editorial Marvel en la película Avengers. Allí, la mejor espía del mundo debía confrontar una culpa agobiante en un proceso que llamaba “clean the red”. Esto era, subsanar la culpa de tantas muertes. En el caso de Hillary, su libreta tiene tanta tinta roja que da vergüenza ajena. Ello hacía esperar una ofensiva no sólo retórica por parte de su administración sino la responsabilidad histórica de recuperar el terreno perdido en los últimos 10 años. Haciendo un breve repaso de sus fracasos: Irak (guerra), Irán (firma de acuerdo nuclear y devolución de plata), Afganistán (guerra), Libia (fracaso en contención y asesinato de su embajador), Ucrania/Crimea (perdida de territorio vital ante potencial rival), Siria (ignorancia completa de objetivos y pérdida de protagonismo a favor de su rival), Arabia Saudita vs Yemen (conflicto lateral), Perdida de control sobre Europa (distanciamiento cada vez mayor con la cúpula política), etc., etc… un fracaso tras otro.

Hoy nos encontramos con una elección que desde la distancia sudamericana observamos estupefactos por su aparente irracionalidad. Y de irracional no tuvo nada. Porque elegimos quedarnos con las locuras que dijo Trump pero se hizo oídos sordos a sus verdades. El discurso del hoy presidente se centró en ciertos ejes del que no se movió… porque simplemente no le hacía falta. Trump pegó en la vanidad norteamericana. Trump por empezar trazó una línea que lo separaba tanto de su rival como del sistema que lo incluía. Fue una campaña de la ciudadanía “común” (muy entre comillas) y la corporación política. Lo único que necesitó fue enumerar el fracaso de los representantes para comprender la necesidad de los representados. Uno por uno fue enumerando las falencias de esa relación y las consecuencias en la vida de los trabajadores. Especialmente de aquellos que el sistema de las grandes ciudades expulsó hace ya mucho tiempo. Las ciudades icónicas de Detroit y Chicago (especialmente Detroit) son la muestra cabal del derrumbe estadounidense. Es una ciudad que, literalmente, fundió. No una empresa… una ciudad. Todo ese proceso se circunscribió en un círculo vicioso de promesas vacías y guerras sin sentido con la frutilla del postre de una crisis inmobiliaria fenomenal que finalizó en el salvataje de sus principales causantes. Imperdonable. China, México e ISIS… trabajo, seguridad y estirpe perdida. El votante de Trump le perdonó todo lo otro porque contrastó dichos con hechos. No importó lo que dijo porque experimentó lo que la corporación política hizo con él. Naturalmente desde la distancia nosotros tenemos la capacidad de abstraernos de un proceso del que no fuimos parte y podemos darnos el lujo de bañar de ética dicha mirada. Ellos quizás no y nunca se pensó en esa posibilidad, quizás remota pero posibilidad al fin.

Lo que puede esperarse en términos del sistema internacional, y sólo si existe una coherencia discursiva, es un proceso de aislacionismo (Que hasta podría favorecer y atenuar los efectos del brexit para el Reino Unido) que permita a Rusia encontrar su lugar sin la necesidad de asperezas y una Europa a la que se le soltaría la mano después de más de 60 años de tutoría. El foco quedaría reducido en dos: el terrorismo internacional, bajo el nombre que encuentre, y China. Pero si logra un diálogo con Rusia, hasta podríamos encontrarnos con una relación de contención al gigante asiático. Quien sabe, quizás Trump abone a la teoría del equilibrio sistémica bipolar. El problema lo sufrirá Europa, abandonada a su suerte y pagando los platos que ella misma se encargó de romper queriendo institucionalizar procesos de integración inviables. Podemos hasta pensar en una nueva institucionalidad en materia de Defensa exclusivamente europea.

Pero….siempre considerando una coherencia discursiva emitida desde un hombre híper pragmático. Un hombre que ha hecho lo que consideró necesario (diciendo barbaridades). Esto es, es un agente de la incertidumbre. El peor de los escenarios. Habrá que ver qué tan fiel es a sus dichos en política doméstica y política exterior. Personalmente creo (espero) que en política doméstica reducirá el nivel de agitación y la agresividad retórica. Necesita gobernabilidad en un sistema que no lo apoya y lo mira con desconfianza. Su discurso de ayer fue alentador, de tono y palabras conciliadoras. El gran desafío será contender la violencia inherente a aquellos ciudadanos que él ayudó a caldear. Y ver de encapsular a su vicepresidente, el Sr. Pence, el verdadero monstruo. No es poca cosa.

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