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Truco Gallo


John Bolton, Consejero de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, arribó a Moscú con la misión de hacer entender a Rusia que el tratado INF (que regula los misiles balísticos y cruceros de corto y mediano alcance) tenía los días contados. Los alcances de significante medida serían mayúsculos. Pero ese mensaje emitido en Moscú tiene receptores en otras fronteras. Más precisamente en Beijing.

Con una rencilla discursiva que se extiende en el tiempo, la discusión respecto del tratado es uno de los puntos más sensibles que enfrenta a estadounidenses con rusos. Como viene repitiéndose desde el ascenso de Vladimir Putin, y Rusia como actor central del sistema internacional, la disputa bilateral presenta el problema de los puntos de partida. El enfrentamiento entre ambas naciones supone la discusión entre cómo entendemos lo establecido y lo contingente: entre quien postula el status quo y que busca revisarlo. Estados Unidos formula que Rusia ha alterado las condiciones del tratado con el desarrollo de su misil Novator 9M729, que la OTAN denomina SSC-8. Sin embargo, Rusia entiende que la revisión tiene un origen anterior, con el establecimiento de los sistemas armamentísticos que los Estados Unidos despliegan cerca de sus fronteras y cuya plataforma puede modificarse fácilmente para constituirse como un misil de las características en debate.

Esta discusión que otrora decantaba en un cordial desacuerdo, hoy tiene un interlocutor embarcado en múltiples misiones. Donald Trump se ha evidenciado como un líder que no puede señalarse como mezquino. Ha puesto de manifiesto su carácter ambicioso y ha buscado matar todos los pájaros que una sola bala le permitan. Ese escenario se da con Rusia de forma natural porque su crisis en el frente interno le permite acallar voces que lo acercan al régimen de Vladimir Putin. Esta vez, la ambición de Trump es incluso mayor.

Con el ascenso de China, y más precisamente con el avance en las islas Spratly y la desestabilización en el Mar de China, ha surgido un teatro de operaciones que pone al país de Xi Jinping en una posición de ventaja. Al haber quedado afuera de los mencionados tratados, China ha podido desarrollar un plan armamentístico libre de ataduras y se ha instaurado como un tercer actor en un dialogo de dos.

La salida del tratado tiene varias aristas que preocupan. Ciertamente para la Federación Rusa implicaría renovar su patología geopolítica y afrontar un temor recurrente con el avance de la OTAN, esta vez desde el plano armamentístico. Y Rusia cuando responde lo hace generalmente a los gritos. Ello significaría dar vía libre a una carrera armamentística conocidamente velada.

Por otra parte, y esto es uno de los mayores problemas, significaría arrastrar a Europa a un problema del que se creía, o se busca convencer, en la periferia, y serían empujados a subirse a un DeLorean que los transportara varios años atrás. Esta decisión desnudaría aún más las grietas en el continente y habilitaría la probabilidad de varios sismos entre sus líderes. Comprometería aún más a aquellos que buscan moderar el discurso, como Alemania, y daría letra al frente iliberal, como gusta denominarse ahora, para re significar los nacionalismos, las decisiones soberanas, y expresar cada uno en su manera particular, cómo resuelven su pasado que creían superado.

En síntesis, Trump propone un Truco Gallo: un juego de a tres para un invitado que no tiene intenciones de jugar, y otro que buscará jugar con cartas de póker.

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