Los 100 días de Trump
El problema de la masa artificial en el escenario internacional.
Por el Lic. Martin Rodríguez Ossés
Por primera vez en muchos años, las relaciones entre Rusia y Estados Unidos afrontan una singularidad muy especial y que encierra grandes contradicciones en su interior.
Con la llegada de Trump al poder, y su impetuosa personalidad, comenzó a visualizarse un nuevo esquema de perfiles en el escenario internacional. Uno que desdibuja la figura del Estado Nación a favor del (re) ascenso de los individuos.
Con el desarrollo de estos primeros 100 días, la persona(lidad) de Trump se erigió sobre todos los resortes institucionales norteamericanos. Y no necesitó hacerlo formalmente. De hecho, al día de hoy busca hacerse de gobernabilidad en acciones simbólicas ya que su capacidad de hacer pie en una legislación que lleve su firma se le hace cada vez más difícil. En otras palabras: “es poco, es todo” De esta situación de pararse sobre los hombros del país es de lo que quiero hablar.
El llamado problema de lo que yo denomino masa artificial habla de una proyección irreal de características o propiedades de una unidad política. Imaginemos que una unidad política reproduce las propiedades de un cuerpo celeste, teniendo en su masa la representación de sus capacidades materiales e inmateriales (más sobre ésto en este paper[1]). Existen dos tipos de masas artificiales, pero aquí, en el espíritu reflexivo sobre estos primeros 100 días de Trump, voy a hacer hincapié en uno. Este tipo refleja la particularidad que existe en la relación entre dos o más unidades políticas distorsionando (generalmente sobredimensionando) la percepción que uno tiene sobre el/los otros. No es muy difícil comenzar a percibir que ya desde la calle hasta la Academia, la construcción del discurso comienza a personalizar la política, poniendo nombres propios sobre estructuras o instituciones mayores que cobijan a los individuos. Hablamos de Trump, no de Estados Unidos. De Putin, no de Rusia. Este fenómeno se da mucho en política doméstica, muy propicia a ejercicios de paternalismos y prácticas híper personalistas, pero en el sistema internacional era algo más del pasado que de otra cosa. En síntesis, cuando nos referimos a dos países, terminamos definiendo o juzgando las relaciones entre, en este caso, Trump y Putin. Ya dejamos de lado la figura del Estado. No se piensa más en términos interestatales.
Si repasamos los liderazgos del sistema internacional comenzamos a encontrarnos con un número significativo de nombre propios. Algunos desde sus capacidades, otros desde sus potencialidades. En América Latina tuvimos el ejemplo bien claro de Hugo Chávez que fue el alfil de un movimiento que encontró eco en otros líderes carismáticos como Evo Morales o Rafael Correa (de esto teoricé acá). Pero fuera de nuestra región comenzaron a desarrollarse modelos cada vez más personalistas que encontraban argumentos en distintas causas. Tenemos la Turquía de Erdogan, quien avanza a paso firme a la furtiva caza del pleno ejercicio de Poder; a la Filipinas de Duterte que encuentra en la devoción de su población una aprobación que lo invita a la persecución de ambiciones cada vez más irracionales en su lucha contra el narcotráfico; y esta concentración de poder responde a nuestros convulsionados tiempos. Uno que abraza múltiples problemas y demanda soluciones mágicas al instante por la espectacularidad y fugacidad de los eventos pero sobre todo: su constante publicidad. Cambio climático, migrantes, terrorismo, crisis económica, brexit, referéndums, conflictos latentes, guerra híbrida, etc, etc… todo, todo el tiempo. Renovando la crisis tweet a tweet.
Estamos ante un escenario que encierra la siguiente contradicción: uno en el que vuelven los caudillos que los Estados vencieron, para defender la soberanía y la identidad (de los estados) que el globalismo amenaza.
Este modelo de caudillaje tiene asidero teórico en el trabajo de Robert. W. Cox[2] quien visualiza en este tipo de líderes, entidades de múltiples naturalezas; reúnen una triple condición: Son Institución, Materia e Ideas. Y en esos términos es que, peligrosamente, comienzan a entenderse Estados Unidos y Rusia (como tantos otros). Las relaciones no pueden pensarse así porque los individuos no sobreviven a los Estados. Los Estados (o cualquier expresión que la unidad política tome) perduran en el tiempo. Y es un peligro porque resquebraja los cimientos que las respectivas cancillerías construyen. Y sus sociedades, sus instituciones. Las políticas de Estado, las tendencias y continuidades: las identidades. El individuo (con Trump como ejemplo cabal y más importante por ser quien preside al hegemón) está preso de su individualidad, sus emociones y sus miserias. Dejar en la individualidad las relaciones internacionales es fomentar la contingencia, es adorar una incertidumbre que esclaviza al sistema internacional.
Lamentablemente, el escenario que enfrentamos permite pensar una multiplicación de estos liderazgos. Primero demandado por la incapacidad de las comunidades en construir una nueva y superadora institucionalidad; y segundo porque las potencias a veces persiguen líderes estables que respondan a consolidar un status quo. Veamos el ejemplo de Al Assad con Rusia (y el resto en silencio cómplice). Y como Al Assad, podemos pensar varios.
En conclusión, Trump ha sido levantado sobre los hombros de su nación por otros. Por quienes hicieron de su personalidad la externalidad de las características de su país. Características que no le corresponden, como no le corresponde al mundo pensar a Turquía en términos de Erdogan. Y los medios no ayudan. De hecho, Trump continúa con su lógica televisiva en la que domina la agenda de principio a fin. Se habla de él todo el tiempo, bien o mal. Pero de él. Esa dinámica contribuye a no poder salir de lo que, esperemos que no, pueda ser un círculo vicioso.
[1]https://www.academia.edu/30199218/El_Mundo_en_el_Microscopio_y_el_Telescopio_Aproximaci%C3%B3n_f%C3%ADsica_a_las_Relaciones_Internacionales
[2] “Approaches to World Order”. Robert W. Cox and Timothy Sinclair. Cambridge University Press. 1996.